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miércoles, 9 de noviembre de 2016

Sobre escribir

Si uno escribe, lo que hace es realmente verter los pensamientos, ver cómo se distribuyen sobre la superficie elegida, esperar a que se acomoden y después darles un acabado artesanal. Dejarlos en una disposición lo suficientemente clara y lo más bella que sea posible. Se ha de tener mucho cuidado, hay pensamientos sumamente bellos que se expresan de una manera torpe, y la ejecución del texto no le hace su debida justicia. Por otra parte, hay también pensamientos que se podrían llamar triviales, pero que son fraseados de una manera tan maravillosa que nos atrapan y embelesan instantáneamente.
Hablando del mero hecho de escribir, sin importar si el trabajo ha sido brillante o no, hay una expresión en inglés que encuentro particularmente adecuada: To pen. Cuando uno escribe un texto, puede decir que lo “plumeó”, aunque tal vez más acertado sea decir que lo “boligrafeó”. Normalmente se usa para decir que escribiste algo digno de ser leído, y pese a que hoy en día muchos soltamos las palabras en la computadora, el término se sigue usando y por lo mismo propongo boligrafear como traducción adecuada… plumear no nos remite inmediatamente a un contexto literario. La palabra pluma puede referirse a las formaciones córneas con las que está cubierto el cuerpo de las aves. Además hay otra acepción, nada halagadora, de la palabra pluma. También pienso que está demasiado cerca de la palabra “plomear” y  me recuerda a una canción para aprender francés que dice “Alouette, je te plumerai”. Muchos pueden decir que el término boligrafear tal vez no incluye a las plumas fuente, pero tampoco incluye a la máquina de escribir, al teclado del celular, los lápices, crayones y muchísimos etcéteras. Así que: yo boligrafeo, tú boligrafeas, vosotros boligrafeaís...
En fin, el que escribe está en el negocio de compartir sus pensamientos. Requirió una cantidad importante de esfuerzo y prehistoria, hasta que ahora, arrojar trazos repletos de significantes es una actividad que se ha vuelto esencial en la experiencia del ser humano. Mi tía jamás aprendió a leer español (lo digo así porque se ganaba la vida leyendo la fortuna con la baraja, dicho de otro modo leía las cartas que no se mandan por correo) pero en algún momento tuvo un pequeño negocio de venta de ropa vieja así que se vio obligada a aprender ciertas palabras y, claro, los números.
Las letras son parte de la vida cotidiana, tanto que perdemos conciencia de qué tan seguido las vemos. Especialmente hoy, con las redes sociales, se pone de manifiesto cuánto las consumimos, ahora en vez de llamar, preferimos mandarnos mensajes de texto.
Todos tenemos la necesidad de escribir de vez en cuando. El hecho es que pensamos en lenguaje, y lo trasvasamos en palabras que van a dar a alguna plataforma para ser vistos, ya sea para quejarnos del tránsito, de las elecciones de Estados Unidos, las propias, para contarnos chistes, escribir un relato, un ensayo, una novela.
Hay gente que tiene la disciplina de escribir diario, como los deportistas que entrenan de lunes a lunes. Recuerdo una entrevista en la que Eduardo Galeano decía que su perrito Morgan lo iba a levantar de la silla en días que llevaba más de doce horas escribiendo. Bukowski boligrafeó: “These words I write, keep me from total madness”, “estas palabras que escribo me alejan de la locura total”, pero bueno, yo qué sé. De todas formas las palabras de Bukowski las cité de un portavasos donde se posa mi café. Más que posarse sobre él se alza como un rey en un trono.