Los diarios por mes:

martes, 23 de enero de 2018

Limosnas

Más que el puente Golden Gate, el parque Golden Gate, el muelle 39, el hotel que vio el
asesinato de la carrera de Fattie Arbucle. Más que el teatro Castro, la Coit Tower, el bar
Vesuvio, más que los corazones dispuestos a lo largo de la ciudad y que las painted ladies,
Dolores park, etc. el verdadero símbolo de la ciudad de San Francisco debería de ser un
vagabundo.

Los hay en todos lados, están en las calles, en los autobuses, los parques… No sé por qué
habrá tantos pero cuando llegué por primera vez a esa ciudad, iba con mi amigo Ger (Se
llama Jorge pero le decimos Ger... larga historia). Íbamos caminando por la calle Market y una
señora se me aproximó. Aparentaba sesenta y tantos años, así que supongo que tenía
treinta y nueve mal llevados. Me pidió una moneda y le di un billete de un dólar para poder
pensar “mira nomás qué magnánimo soy, nunca habrá suficientes monumentos en mi nombre”.
Ger se rio y no le di importancia.

No habíamos avanzado cuatro pasos cuando se me acercó un señor a pedirme dinero. Le dije
 que ya no tenía y seguí mi camino. Ger me dijo que se rio porque pensó que le iba a dar un
billete a todos cuantos mencontrara, la verdad es que uno tendría que gastarse por lo menos
cien dólares al día si quisiera darle dinero a todos los indigentes a la vista en San Francisco.

Después de unos meses, un amigo me dijo que hacía algunos años un asilo mental había
cerrado y que habían trasladado a los pacientes más peligrosos a otros lugares, pero que los
inofensivos fueron abandonados en las calles como si nada. No sé qué tan cierto sea eso
pero lo que sí, es que hay muchísimas personas en situación de calle en San Francisco,
y uno escucha muchos mitos que explican esa situación y van desde anécdotas como la que
describí anteriormente hasta decir que muchos de ellos migran desde Seattle o Nueva York
para no morir de frío.
En fin, los panfletos aconsejan no darles dinero argumentando que no resuelve nada. Que lo
mejor es donar a hospicios, regalar ropa, comida, camas para los refugios. Personalmente
no tenía problemas con que las personas se me acercaran a pedirme dinero, digo no les
daba dinero pero no me molestaba.

Después de unos meses aprendí que lo mejor era poner cara de espantado y decirles, lo
más rápido posible: Perdón, no hablo inglés, de veras, lo siento. Usualmente se me 
quedaban viendo feo y se iban hablando solos. Eso funcionó hasta que una vez llegó un
hombre de unos treinta años, le dije: “No hablo inglés” y él sonrió y dijo:
“¿Vuestra merced tendría la inmensa amabilidad de proveerme con un modesto capital
para obtener mis viandas de esta tarde?”  en un impecable acento español de la región de
Nosédistinguiracentosdespaña. Me reí y le compré una Big Mac.